jueves, 7 de junio de 2007

Desde tiempos inmemoriales o sea desde que nací, ...


Desde tiempos inmemoriales o sea desde que nací, tengo la virtud o el defecto de contestarle a todo. Me titulaba mi padre: Zapata, sino la gana la empata. Y desde chiquita que cuando me tocaban contestaba tocando, como la mancha pero sin correr, pero cerquita, y se supone que el último gana, o al final de cuentas demuestra que es el más perseverante. Me sumía en ese juego cuyo emulo sería el de la buena pipa. Y a mi me encantaba porque siempre ganaba por cansancio. Es más mi papá se hacía el distraído como si no jugara y me tocaba el brazo, porque siempre era ahí , y yo me moría de risa de descubrir que todavía jugaba a pesar de que se hacía el que no. Bueno como siempre me fui a visitar los kinotos, y vuelvo a la idea principal me exigiría mi maestra de lengua. Ese juego que recuerdo de mi tierna infancia, se ve que se apropio de mi lengua. Y como ya nadie juega a tocarme el brazo, ejercito con la lengua mordaz. Es una necesidad imperiosa : contestar todo, a veces sin pensar, a veces hiriendo, a veces con saña, pero jamás con amor. Siempre el retruco, el vale cuatro, pero una vez que lo tengo en la cresta de mi lengua nada lo puede detener, se eyecta hacia el aire, dejando a un confrontador casi ...mudo, desamparado, de semejante contraataque.
Ojalá que llegue el día que no desee jugar más, a quién es el último que hiere, a sacudir el corazón del otro de una trompada con una lengua látigo.
Ojalá llegue el día que aprenda que, jugar a veces puede lastimar.

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